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Perspectivas

Mauricio Kartun: Apología del entusiasmo

El prestigioso dramaturgo y director indaga acerca de las razones por las cuales el teatro es una actividad tan especial para disfrutar y compartir.

Por el equipo editorial de Aprender Salud. Nota publicada originalmente en la revista impresa, edición Marzo 2016.

Mauricio Kartun nos recibió en su departamento del barrio de Villa Crespo donde -entre infinidad de libros, decenas de premios y muchísimas plantas, que lo apasionan- se brindó a una cálida conversación acerca de las oportunidades que ofrece el teatro en Buenos Aires, en especial para quienes buscan una actividad para compartir con otros y propiciar vínculos que favorezcan el bienestar. Y, además, compartió su experiencia de tener que incorporar cambios de hábito para su salud. Los invitamos a ponerse cómodos y disfrutar de la función.

¿Qué es lo que tiene el teatro que lo hace especial, diferente a otras expresiones artísticas?
-El teatro tiene como una zona de misterio, algo que hasta determinado punto se puede explicar pero después no. Hace más de 2400 años que se sostiene a sí mismo creando una ceremonia, un ritual, que hasta hace un siglo era la única manera de presenciar una historia frente a mis ojos, algo que desapareció con el surgimiento del cine y la televisión.
Lo que quedó es el disfrute de asistir a una ceremonia en vivo en la cual se pone en términos simbólicos algo de la vida, situaciones donde el hombre tiene alguna inquietud. Y es apasionante por muchas razones, porque los actores crean algo extraordinariamente seductor para ver ante los ojos; saber que el actor que te gusta está haciendo eso para vos tiene un valor muy fuerte; disfrutar de las historias y pasar un momento entretenido también tiene un valor grande. Pero estas razones no terminarían de explicar este fenómeno si uno no lo puede pensar como un ritual.

¿Y qué tiene de especial el teatro porteño, la escena teatral de Buenos Aires?
-Buenos Aires se ha transformado en un parque temático del teatro, es una rareza mundial. Así como uno sabe que hay animales o plantas que crecen en determinado ecosistema y necesitan  condiciones especiales para desarrollarse -aunque no entiendas bien por qué- el teatro en Buenos Aires es un fenómeno único en el mundo: triplica la cantidad de estudiantes de teatro de cualquier ciudad europea, tiene una cantidad de estrenos mucho mayor que Nueva York, por ejemplo. Y tiene una cantidad insólita de salas de toda capacidad.
Las condiciones económicas de los artistas de teatro independiente hacen que sea imposible vivir de esto, por lo tanto buena parte de los autores, directores y actores dan clases de teatro. Y se empezó a generar el ecosistema: hay muchos estudiantes, estos se convierten en público que se suma al público tradicional, a su vez abren pequeñas salas y así tenemos este parque temático único.
Yo -que tengo muchos años haciendo teatro- recuerdo haber escrito alguna nota periodística hablando de la decadencia del teatro, hará veinte años. Y pensar esas palabras ahora -que me he vuelto un entusiasta- me resulta increíble, siento que estoy en un oasis del teatro al vivir en esta ciudad. 

¿Y el público porteño se puede caracterizar? ¿Qué tiene de particular?
-Lo más interesante de Buenos Aires es que no tiene un público sino muchos. Hay ciudades que tienen un mismo público que recorre diferentes circuitos: el independiente, el más comercial, etc. Pero acá hay muchos públicos, desde el que concurre al teatro oficial o al comercial con actores famosos y también un público radicalizado en sus gustos que está buscando siempre expresiones alternativas, fuera de lo común, de lo convencional. La sensación es que, cuando la temporada anda bien, todos tienen público, es como cuando vas a pescar y hay pique (risas).

“Hay mitos que pueden alejar a la gente del teatro, por ejemplo pensar que es caro. Pero hay muchas opciones accesibles y hasta las más caras tienen días con descuentos, dos por uno...  Por necesidad los descuentos se aprenden en seguida, ¡como las ofertas del súper!”

¿Cómo se posiciona el público ante tanta diversidad? Sobre todo quienes no conocen mucho el circuito...
-Siguiendo con la metáfora de la pesca, el público que es pescador -aunque vaya tres veces y no saque nada- va a ir cuatro porque siempre está soñando con el dorado (risas). Puede ver una o dos obras que no le guste pero va a seguir yendo porque alguna vez fue y le gustó, sabe que volverá a encontrar eso, lo mismo que el pescador, que va igual aunque no saque nada. 
Después hay otro público menos paciente, yo recuerdo que intenté transmitirle la pasión por la pesca a mi hijo, fuimos dos veces pero no hubo caso, le veía la cara de aburrido que me decía “¿es esto papá? Sí hijo, es esto...” Le contestaba resignado... (risas). Y hay público que no gusta de ir de caravana buscando pero ha encontrado otra alternativa, ya que existen muchas agrupaciones de espectadores, un fenómeno muy interesante.

¿De qué se tratan?
-Las escuelas de formación espectadores y los grupos con coordinadores que asisten al teatro en patota unen dos placeres: el de ir al teatro y el de compartir la experiencia cultural con otro. Por eso siempre decimos que la mejor obra es la que sobrevuela la milanesa (risas), la que continúa en la comida compartida luego de la función. 
Y hay un tercer placer o virtud, los coordinadores suelen hacer reuniones de análisis en la semana, allí se enseña a ver teatro, algo que hay que aprender a gustar. Pasa cuando uno visita un gran museo y a los diez minutos se siente agobiado, no sabe por dónde mirar ya que el ojo no está acostumbrado. Con el teatro sucede algo así.

¿Cómo se aprende gustar del teatro?
-Participar de estos grupos es acercarse a la hipótesis de formarse como receptor. Lo mismo que el que aprende a degustar el vino y hace un curso de sommelier, ya no sólo es el disfrute del sabor sino saber qué es lo que estás tomando y por qué te está gustando. 
Yo recomiendo estos grupos de espectadores ya que son una actividad bella en todo sentido y, por otro lado, el teatro siempre fue una actividad compartida. Y estar al lado de alguien que uno conoce, con quien luego se compartirá una comida o un café, le da al teatro la totalidad de su sentido.

Pasa como en los instrumentos, si toco una guitarra lo que suena es la cuerda pero lo que resuena, lo que produce los armónicos, es el rebote de ese sonar en toda la caja. Y el teatro es una cuerda pulsada adentro tuyo. Pero si sobre la milanesa compartida la obra se empieza a desplegar, a resonar, cada uno habla de lo que sintió, qué entendió, que le gustó y que no, aparecen los armónicos. Ya no es una nota pelada que suena en el aire, es una nota que suena y resuena de diferente manera. Por eso se vuelve tan apasionante.
Otra gran actividad alrededor del teatro que genera pasión es estudiarlo, practicar el teatro, no con el afán profesional de volverse autor, actor o director. Sino con la búsqueda lúdica de poder participar de la actividad. Es como ir a ver fútbol profesional o ir a verlo al potrero, ¡uno puede hacer las dos cosas! 

¿En qué edades pensás que es más atractivo practicarlo?
-Sin dudas entre gente de toda edad pero pienso muy especialmente en aquellos de edad madura que, por alguna razón, se han alejado de un núcleo, que por razones familiares o particulares han empezado a vivir con cierta soledad, tienen más tiempo pero les cuesta salir de casa, relacionarse con pares más allá de los hijos y los nietos. El teatro te permite integrarte a una actividad expresiva apasionante. Pienso en el fenómeno del teatro comunitario, por ejemplo, gente que está alrededor de un grupo de vecinos que hacen teatro abordando sus propias problemáticas, ¿cómo no va a ser apasionante? 

Y es muy curioso ver como diferentes grupos de teatro generaron la aparición de actores de edad mayor, pienso en las puestas de Claudio Tolcachir donde se revelan actores de gran capacidad. También está pasando con la obra de Cacace. Son ejemplos que rompen con el mito de que “a cierta edad uno no podría dedicarse a esto, mejor quedate en tu casa, tenés que cuidar a los nietos”. Y en cambio, la sensación de que alguien encuentra el espacio expresivo que le da sentido a todo el resto de la semana. Como el hincha de fútbol cuando va a la cancha o juega con los amigos.

En resumen, son tantas las posibilidades que le da el teatro hoy a quienes quieren acercarse: espectador, escuela de espectadores, cursos de teatro, entrar en un grupo de teatro comunitario (todos los barrios lo tienen, hay que rastrearlo)... Con tantas posibilidades, ¡como el teatro no iba a tener este atractivo! 

Pensando en quien está con ganas acercarse al teatro, ¿por dónde pensás que se puede comenzar?
-Yo creo mucho en la intuición. Recuerdo que al empezar a estudiar dramaturgia, escritura teatral, me imponían como condición leer a los clásicos. Yo leía Shakespeare y me aburría porque no lo entendía, no sabía leerlo, no conocía el sabor real de su obra. Hasta que me di cuenta que el secreto era leer lo que me gustaba. ¿Y cómo saber qué era lo que me gustaba? Había que empezar a probar, a picotear... ¡Cuando descubrí cuál era el teatro que me gustaba, lo saqueé (risas)! A este autor lo leo, lo voy a ver, lo desmenuzo... 
Yo no podría decir empezá por aquí, yo te diría empezá por algún lado aceptando la hipótesis de prueba y error. A veces descubrir qué lo que no te gusta en la vida es extraordinariamente útil. A veces uno busca que le den la receta, algo definido. Pero mejor es probar y también encontrar en lo que no te gusta la certeza de que por ese lado no va. Y cuando llegás a lo que te gustó, lo disfrutás y podés seguir indagando por ese camino.

“Los ensayos son un lugar de enorme disfrute, de un gran fluir apasionado como el de un pintor que pasa días trabajando sobre una tela. Nosotros pintamos en un espacio vacío con actores que van creando formas y también climas en su propio cuerpo.”


El desafío de transformar el “usted debe” en una oportunidad de cambio

Sobre el final de la entrevista surgió, espontáneamente, el tema de la salud. Una sobremesa sobre los desafíos cotidianos que planteamos habitualmente en la revista.
 
¿Viviste alguna situación que te ubique frente al tema del cuidado de tu salud?
-Descubrí que tenía un poco alta la presión arterial y fui a ver al médico, quien me indicó las recomendaciones que se suelen dar en estos casos y todos conocemos. Lo interesante fue que, en la sala de espera, encontré la respuesta que necesitaba en una revista. Allí se hablaba de lo razonable, lo posible. En lugar del cuídese con las comidas y haga ejercicio físico, pensar en ¿cómo aprovechar diariamente ciertos momentos para hacer alguna actividad? ¿Qué hacer si no tiene tiempo? Mire que siempre hay quince minutos...
Al verlo en términos prácticos, con un ejemplo cotidiano y una ilustración, comprobé que dejó de ser el dogma, el usted debe hacer esto y pasa a ser algo como ¡usted puede vivir mejor haciendo esto, no se lo pierda!

¿A vos qué te resultó útil?
-Yo dos veces por semana hago una larga caminata de una hora para ir a dar clases, lo hago a buen paso. Uno lo piensa así y puede decir uy pero que pérdida de tiempo... Pero yo descubrí que me reencontré con el placer de escuchar música. Me compré un reproductor y lo lleno de música clásica, me paso las dos horas escuchando lo que me gusta, ¡cómo me lo estaba perdiendo! Escuchar música y caminar, eso es el bienestar.

¿Cómo podrías definir el bienestar?
-Yo creo que el bienestar se puede definir como el encontrar a dónde poner el deseo. Hay una palabra que me gusta y no tenemos mucho en cuenta, el entusiasmo. El origen de esta palabra es que lleva un dios dentro (theos), es un estado donde no importan la realidad y los problemas cotidianos, donde estás fluyendo en estado acrítico. Cuando ves a alguien entusiasmado pero vos no lo estás te parece patético, por ejemplo alguien que baila enloquecido en una fiesta (risas). 
Pero si vos también estás bailando eso desaparece, te sentís bien y no interesa si bailás bien, si pintás bien o si jugás bien al fútbol, estás creando algo que te gusta. 

Nos hace falta más entusiasmo sino la vida es solo es la satisfacción del deber cumplido. El entusiasmo nos pone niños, cuando uno es adulto siente vergüenza al verse jugando como niño. Y los artistas somos adultos que encontramos el secreto de seguir jugando de grandes como cuando éramos chicos. ¡Volvés al paraíso perdido! 

Yo, por ejemplo, armo pequeñas maquetas de cartón en casa, con muñecos y lamparitas juego a iluminar la escena, preparo las puestas para las obras. Y si alguien me viera seguro diría ¿señor, no le da vergüenza? (risas). El secreto es hacerlo sin sentir vergüenza, ese es un verdadero acto de bienestar. Y todo lo que sigue es ganancia.

Kartun según Kartun

 

  • “Mi vieja era asturiana y yo soy café con leche, padre judío, madre católica. Me crié en San Martín, provincia de Buenos Aires.”
  • “Escribía narrativa y empecé a escribir teatro pero encontré una actividad tan placentera que no dejé más, fui tomado por eso. Siempre lo que más me gustó fue escribir y en los últimos doce años dirigir.”
  • “Entendí que la pasión del teatro está en los aledaños al escenario. Los directores no subimos pero estamos en el bordecito y los autores quedan de la vereda para afuera (risas). Esta búsqueda y también el disfrute de los ensayos creo que me impulsaron a dirigir. Tito Cossa siempre dice que hacemos teatro para ir a comer después. Y es verdad” (risas). 

“Así como trabajamos 350 días y tenemos 15 días de tiempo sagrado, que son las vacaciones, creo que tenemos que buscar instancias sagradas en todo momento del día. Salir del trabajo y concurrir a un centro cultural, hacer un taller literario, encontrarse con amigos, hacer deporte... Es crearse uno mismo un espacio de salud, de bienestar...”
 

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