Un ABC sobre el asma
El asma es una enfermedad crónica que, tratada con medicación adecuada y la colaboración de la persona y de su entorno familiar, permite realizar una vida normal.
La característica del asma de aparecer en forma de “crisis”, molestar y dejar de molestar, con recurrencias a través del tiempo, es lo que la define como una enfermedad crónica del aparato respiratorio. Actualmente, se puede controlar de una manera muy eficaz y durante períodos prolongados.
Por lo general, quienes la padecen tienen un antecedente personal o familiar de enfermedades alérgicas, como rinitis o urticaria.
La herencia y el ambiente
Aunque su origen es desconocido, se cree que el asma es el resultado de la interacción entre el ambiente y las características genéticas. En la mayoría de los casos, suele estar relacionada con la alergia. Por lo general, quienes la padecen tienen historia personal o familiar de enfermedades alérgicas como rinitis o urticaria. Otros factores que predisponen al asma son el polen, los hongos, los pelos de animales, el cigarrillo y algunos productos químicos de limpieza.
El diagnóstico y las edades
Ante repetidos episodios de falta de aire acompañada de “sibilancias” (ruido al respirar), dificultad en la entrada, y por sobre todo, la salida del aire, es importante recurrir al médico. En los niños y adolescentes, el diagnóstico es más difícil de realizar ya que se suele superponer con enfermedades virales comunes, de similares síntomas. La mitad de los niños mejoran espontáneamente en la pubertad.
El tratamiento: evitar las recaídas y proteger el pulmón
Varía según la frecuencia y severidad de los síntomas, no es igual para todos, el médico será quien clasifique y evalúe la estrategia adecuada para cada caso. Cumplirlo evitará recaídas y permitirá que no se dañe la funcionalidad pulmonar. Para ello, es fundamental comprender ciertas cuestiones particulares.
Medidas preventivas que pueden ayudar a evitar los síntomas de asma (control ambiental)
- No fumar.
- Evitar ambientes húmedos y enmohecidos.
- Minimizar la exposición a irritantes o alérgenos como polvo doméstico, pólenes, pelo de perro o humo de cigarrillo de terceros.
- Combatir insectos hogareños (como cucarachas) pero, al mismo tiempo, no usar insecticidas con el paciente asmático dentro de la casa.
- Evitar almohadas o colchones con plumas, son preferibles los materiales sintéticos.
- No hacer ejercicio con bajas temperaturas, para evitar inspirar aire frío.
- Evitar medicamentos o alimentos que causen alergia.
La medicación
Es la base del tratamiento del asma persistente y se debe usar todos los días, haya o no síntomas, para que estos no aparezcan o sean muy leves. Hay dos tipos de medicamentos: los de control y los de rescate.
Siempre decimos que los medicamentos de control quedan en la mesa de luz y los de rescate van con la persona. Como en el caso de otras enfermedades crónicas, como la hipertensión o la diabetes, la medicación no debe ser abandonada cuando “me siento bien”.
El asma no tratado correctamente disminuye la calidad de vida y afecta las actividades escolares, laborales y deportivas. Bien tratado, permite llevar una vida normal.
Aclaración sobre los broncodilatadores
Es importante señalar que, bien empleados, no generan riesgo alguno, no producen adicción y tampoco “hacen mal al corazón”. Si bien pueden ocasionar temblores, palpitaciones o calambres, estos síntomas nunca son graves y revierten rápidamente.
¿Cómo administrar correctamente los medicamentos para el asma?
Para que el tratamiento del asma sea eficaz, no sólo debe emplearse la medicación sino que es necesario inhalarla de modo correcto. Si no es así, no llega al pulmón y puede no ser lo eficaz que debería.
Te recomendamos llevar los dispositivos a la consulta con tu médico para controlar periódicamente su uso. Hay diferentes dispositivos para inhalar la medicación y cada uno se aplica de una manera particular.
- Inhalador de polvo seco. Son efectivos y fáciles de usar. Uno de los dispositivos es el disco. Para su uso, se debe abrir el dispositivo y activarlo deslizando una palanca; espirar todo el aire posible fuera del aparato; colocar la boquilla en la boca cerrando los labios; aspirar lenta y profundamente reteniendo 10 segundos; espirar lentamente y cerrar el dispositivo. Luego, enjuagarse la boca. También existe el sistema de turbohaler y de cápsulas inhaladas.
- Aerosoles. Es el dispositivo más empleado y se puede administrar con aerocámara (un espaciador que permite optimizar su uso) o sin ella, lo que varía el modo de aplicación.
- Nebulizador. Se usa menos, por ser difícil de transportar y limpiar. Sólo se emplea en el ataque agudo.